sábado, diciembre 16, 2006

Despertar III


...Ella nunca fue una persona extremada y alarmantemente depresiva; acaso insegura, pero no estaba enferma.

No negaría que más de una vez dirigía su mente hacia un posible fin, mas siempre lo mantenía a distancia, era una mujer fuerte a pesar de todo, y dueña de un gran autocontrol; sin embargo ¿quién no había albergado en cierta ocasión esa tentación de libertarse de todo? Puede que ella hubiera realizado en alguna ocasión una consulta a un especialista, pero todo quedó en “pequeñas cíclicas faltas de ánimo”, y su consiguiente ración de vitaminas diarias.

Exteriormente parecía no tener motivos para atentar contra su vida, pese a ello sufría de un gran sentimiento de culpa y arrepentimiento por haberse dejado impeler, como hacen la mayoría, por la fuerte corriente de la supervivencia moderna.

Era un ser bohemio y soñador, amante del arte y buscador infatigable de la más pura felicidad, y lo sabía, ella lo sabía, ¿por qué hubo entonces de apartarse de aquello?, ¿por qué dio la espalda al que intuía era el camino hacia su hado? Suponía que por los mismos motivos que otros numerosos quijotes recientes: inseguridad, esa inmunda palabra causante de tantos trastornos. Ahora la rutina por momentos podía con ella. Tenía un trabajo estable que le había permitido, tras varios años de casi constante ahorro, hacerse dueña de una casita antigua, preciosa, de la que se encaprichó tiempo atrás, en una pequeña y agradable cala bañada por el Mediterráneo. Tenía amigos, y tampoco faltaban tipos con los que divertirse alguna que otra noche de juerga, pero no se sentía realizada, nunca lo había hecho.

Todo era una mierda de automatismo que se veía obligada a seguir. A menudo sus días fluían de igual manera, tampoco ella se atrevía a ahorcar los hábitos, cierto; no gozaba de la valentía suficiente y por ello se sentía asfixiada, abatida por la vulgar y frívola superficialidad de las personas y situaciones que la rodeaban, y a la vez forzada por sí misma a intentar agradecer lo que poseía.

Entonces, en esos múltiples paseos por la costa, se planteaba acabar con todo. Sencillo, ¿no?; no tendría que soportar los dilemas tan triviales de Ana acerca de con quién debería acostarse esa noche de Sábado, o qué vestido debería enfundarse para salir a cenar con su última adquisición; tampoco aguantaría más las bromas nada cómicas de Arturo acerca de... ¡todo! No tendría que estar sometida a los constantes “cambios de idea” del director del periódico donde trabajaba, ni tan siquiera intentar aceptar las infundadas reprimendas de sus padres sobre lo poco que los visita o lo mucho que les molesta la decisión que ha tomado de irse a vivir sola -”¡Eres tan joven...!”-.

No volvería a dar explicaciones de nada a nadie, sería libre al fin; ¿quién sabe?, quizás sea cierta la existencia de otro mundo después de éste, tal vez en él pueda verse recompensada.

La necesidad de bajar a la playa persistía; ella no cesaba en el intento de alejarla, pero su subconsciente le dictaba lo contrario...



3 Comments:

At 21:40, Blogger Daughter of the Moon said...

En algunos sentimientos, me siento identificada...

Seguiré pasando más seguido para ver como continua la historia.

Cuidate mucho, saludos

 
At 11:46, Blogger Javier Herce said...

Un texto precioso. Sigue despertando.

 
At 09:55, Anonymous Anónimo said...

Este sueño ¿Será sueño?
¿Todos hemos soñado esto alguna vez?
Seguiré durmiendo,por ahora.

 

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