sábado, enero 06, 2007

Despertar V

...Probablemente él ni siquiera advirtiera su presencia; con todo, ella se había sentido acongojada frente a aquel muchacho, como la hormiga que contempla la suela de un zapato que está a punto de aplastarla. No sabría describir lo que recorrió su cuerpo y su alma en aquellos dos (puede que tres) segundos de intensidad infinita.

Por ello procuró guardar y recordar sus ojos zarcos, su pelo castaño despeinado por el soplo del aire, su barba de tres días o cuatro, sus bermudas deshilachados, su camiseta desteñida. Y esa imagen había sido su particular ilusión, su compañía durante toda la noche, hasta que el jodido despertador se encargó de recordarle que la rutina la esperaba; que vería de nuevo a Ana relatándole sus “problemas”, que fingiría reír con Arturo, que pondría buena cara al imbécil de su jefe, que tendría que llamar a papá y a mamá para preguntar interesada cómo seguían, aunque las respuestas fueran siempre las mismas y estuvieran acompañadas de decenas de censuras y reprensiones.

Lloraba afligida y le gritaba con rabia al silencio, al vacío circundante en el que subyacía su impotencia; se encontraba sola y desorientada. La idea del suicidio renacía de los vestigios de la vez anterior; ¿sería una crisis? No, no podría soportarlo.

Se tornó boca arriba, se apartó el pelo de la cara, enjugó sus lágrimas en pañuelo de nadie, tomó aire y, desganada y vencida, cansada de todo, de todos y de ella misma, se levantó para encaminarse, como cualquier otro día y cualquier otra persona, al cuarto de aseo contiguo a su dormitorio.

Después de todo era demasiado cobarde para matarse y olvidar.

Cogió su blanca bata -desconfiaba de que fuera de auténtica seda- y se la colocó por encima de los hombros. Aún sollozaba de vez en cuando. Se acercó al baño, abrió la puerta que chirriaba con asiduidad, pulsó el interruptor de la luz, y se detuvo un ínfimo momento antes de cruzar esa frontera iluminada ahora por una eléctrica tonalidad marfil.

La brisa había vuelto a despertar y agitaba con gracia las cortinas, que descansaban a ratos sobre las arrugadas sábanas de algodón.

Ese paseo tan anhelado aún daba vueltas en su mente.

Sabía que no pasearía, le faltaban el valor y la firmeza para ello, tan solo se daría unos minutos más para volar y evadirse al tiempo que el aire temprano...


2 Comments:

At 21:46, Anonymous Anónimo said...

Me gusta la forma en que describes los hechos porque me mantienen atenta al relato...

Sigo atenta a la continuación...

Saludos, cuidate mucho

 
At 01:30, Blogger Javier Herce said...

Como siempre, sigue despertando y escribiendo.

Un beso muy grande!

 

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